Por: Juari Ortiz Mejía
Actualmente, en nuestro país es ampliamente debatido el tema de la educación, en donde se plantea la necesidad de una mayor inversión para enfrentar las dificultades que presenta el sistema educativo nacional, evidenciando con ello, que en los últimos años se ha iniciado un proceso de empoderamiento y de concientización social sobre la importancia de este elemento como motor del desarrollo.
Al examinar el comportamiento de la educación en los últimos veinte años se aprecia cierta mejoría en términos de inversión. Entre 1990 y 1991, la inversión en educación representaba el 0.9% del PIB, en la actualidad alcanza se encuentra entre 2.1% - 2.3%, repercutiendo positivamente en la tasa de alfabetización de la población al pasar de 81% en 1990 a 89.3% para 2009, – aunque aún por debajo de la tasa para América Latina del 91.4% –. Asimismo, se presenta un incremento en los años promedio de escolaridad pasando de 5 años a 7.1 años[1] en el mismo período.
A través de estos datos, en el largo plazo podemos ver ciertos avances en la educación – más por el lado del acceso que en términos de calidad –, pero aún las grandes deficiencias en el sistema permanecen, lo que amplía las brechas sociales, tanto en lo económico como en las oportunidades de la población a una mejor calidad de vida.
A causa del insuficiente nivel de recursos invertidos en la formación de capital humano, el sistema educativo nacional se ha caracterizado por ser masificado y de poca calidad[2]. El escaso nivel de recursos invertidos dificulta que se disponga de infraestructuras en condiciones aptas para impartir docencia y como resultado, la aparición de aulas sobre-pobladas que no cumplen con los requisitos mínimos para estos fines. La calidad de la enseñanza bajo estas condiciones es mucho menor.
Partiendo de estas características, al estudiar el caso de la República Dominicana en el marco internacional, observamos que nuestro país se encuentra muy mal posicionado, limitando considerablemente su capacidad de desarrollo y competitividad de la mano de obra.
Al comparar la inversión nacional con otros países de la región se observa que la misma se sitúa en promedio en 4.5% del PIB. En el caso particular, se encuentran economías como la de Panamá que invierte un 3.8%, Jamaica 5.8%, Costa Rica con 6.3% y Cuba con 13.6% para 2009. Asimismo, al estudiar la tasa de alfabetismo en esos países, Panamá tiene el 94% de su población mayor de 15 años con capacidad de leer y escribir, Costa Rica el 96%, Jamaica 99% y Cuba el 100%[3]. Ambos elementos muestran el nivel de rezago nacional en materia de inversión y acceso.
En cuanto a la calidad, según el Informe de Competitividad Global 2011 – 2012, la República Dominicana se encuentra en la posición 140 de un total de 142, en calidad de la educación primaria, en el 139 en calidad de la enseñanza de ciencias y matemáticas y en la posición 136 en calidad del sistema educativo en general, evidenciando el grave problema en la calidad al contrastarse internacionalmente.
En la última década, la inversión en educación se ha quintuplicado, al pasar de 8.5 mil millones en el año 2000 a 41.8 mil millones para el 2010, lo cual es importante destacar, sin embargo, ¿Cuál ha sido el desempeño de la educación con un mayor presupuesto?, para el año 2000, la tasa de analfabetismo alcanzaba el 13% y los años de escolaridad promedio de 6.1, en el 2004, con una inversión en educación de 11.8 millones, el analfabetismo disminuye en 2.1%, colocándose en 10.9%. Para 2010, con un presupuesto casi cuatro veces mayor al del 2004, el analfabetismo tan sólo disminuye en 0.1% situándose en 10.7%, es decir, con mucho más recursos se ha logrado mucho menos. En este mismo período, los años de escolaridad promedio tan sólo de incrementan en 0.8 llegando a 6.9 años, mostrando una la lenta mejoría con respecto a la cantidad de recursos.
La baja elasticidad recursos – resultados que se presenta en el sistema de educación nacional presenta una estrecha relación con las deficiencias institucionales y la falta de planificación por parte del Estado dominicano, que provoca que los recursos no se asignen eficientemente a los objetivos planteados, ya que la poca transparencia y la falta de estrategia para el desarrollo permiten que se desvíen los fondos en otras actividades.
Según el Informe del Foro Económico Mundial (2011), nuestro país ocupa el puesto 142 de 142 países en despilfarro del gasto del gobierno, 141 en favoritismo en las decisiones y 140 en desvío de fondos públicos a otras actividades, por ello, aunque se invierta mucho más, la corrupción, el desvío de fondos y la ineficiencia institucional limita el alcance de una mejora significativa del sistema.
Estos males, representan un factor fundamental para entender el problema de los bajos resultados en la educatición – y la economía en su conjunto –, por tal razón, la demanda social para el aumento del presupuesto en educación – o en cualquier otro aspecto – debe ir acompañada de la búsqueda de una mayor eficiencia institucional y administrativa, para así poder hacer frente de una manera coherente al círculo vicioso del problema bajo un eje de una mejora inversión, eficiencia institucional y la planificación.
Por último, las políticas para mejorar en el sistema educativo además de estipular por la eficiencia en la calidad de la inversión, deben complementarse con la creación de medios que disminuyan la deserción escolar, para así, aumentar los años de escolaridad poblacional, y por un sistema de inclusión en el mercado laboral formal a través de la creación de puestos de trabajo que requieran trabajadores mejor formados y con altos niveles de especialización.
[1] Banco Mundial y DIGEPRES (2011).-
[2] Esto puede explicarse por medio de la utilidad marginal decreciente, ya que en un aula se tiene un factor fijo, el profesor, y factores variables, los estudiantes, en la medida que se aumente la cantidad de estudiantes por profesor, el grado de captación de la enseñanza en promedio va disminuyendo, debido a que se sobrepasa la capacidad limitada de enseñanza por cada estudiante adicional, haciendo que sea menos eficiente, por la dificultades que se presentan como consecuencia de un conjunto elevado de estudiantes.
[3] Banco Mundial (2011).-
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16 oct 2012
13 jun 2012
Implicaciones de la especialización en una estructura de producción simple
Por: Juari Ortiz Mejía, Economista

Las teorías de comercio internacional presentadas por Smith y Ricardo a finales del siglo XVIII y principios del XIX sobre los beneficios de la especialización productiva en función de las ventajas absolutas y/o comparativas que posea cada país respecto a otros, fueron fundamentales para examinar el comportamiento de las relaciones de producción y comercialización entre los países. Con el desarrollo de la estructura productiva mundial durante la Revolución Industrial y bajo estas ideas como impulso al progreso, se establece un nuevo esquema de ordenamiento económico conocido como, la División Internacional del Trabajo.
La especialización de los países desarrollados en una producción industrial, sistema en el cual se involucran los conocimientos científicos, la investigación y la tecnología en los procesos de elaboración de artículos en las diferentes actividades, desde la transformación de la materia bruta en materia prima, hasta la creación de un producto acabado con alta concentración de trabajo compuesto y con alto valor agregado técnico, ha favorecido al establecimiento de su hegemonía en la economía mundial.
En dicho proceso participan varias actividades relacionadas entre sí, convirtiéndose entonces, en una especialización generadora de efectos multiplicadores en los demás sectores de la economía. Por ejemplo, en el proceso de fabricación de un automóvil se integran un conjunto de actividades que van desde la fundición y moldeado del hierro y el aluminio, al taller de montaje, y este a su vez involucra la mecánica, la electrónica, la siderúrgica, la industria del plástico, textil y la fabricación de neumáticos con caucho, es decir, participan casi todos los avances de la física dinámica, la química, ingeniería y avances tecnológicos desde la edad de los metales hasta tecnologías derivadas del desarrollo de la segunda y tercera Revolución Industrial, por esta razón se generan empleos en las capas bajas y altas de la producción, lo que promueve la ampliación del mercado interno, para que sea lo suficientemente fuerte para absorber gran parte de los outputs manufacturados.
La naturaleza de la especialización de dichos países requiere entonces de trabajadores más productivos y cada vez mucho mejor preparados para continuar el desarrollo científico, el cual es el creador de las constantes innovaciones tecnológicas que se necesitan para la modernización de los equipos y demás infraestructuras utilizadas en su producción.
Por otro lado, está el caso de los países en vías de desarrollo, especializados en la producción de bienes primarios, como consecuencia de la subordinación histórica a países del Tercer Mundo por los países desarrollado en el sistema productivo. Por ejemplo, en el caso particular de República Dominicana, que en la época colonial estuvo sometida a la exportación de metales en bruto, luego en una economía de plantación, donde la exportación de azúcar constituyó el eje central de la economía, a finales del siglo XIX, se da un nuevo repunte del azúcar con el desarrollo de las relaciones de producción capitalistas con la Inversión Extranjera Directa y más tarde se adapta la economía a la producción de otros productos básicos, materias primas, y productos semi-elaborados, todos estos fomentados en base a las distintas etapas de requerimientos del mercado externo.
La estructura productiva de estos países presentan una poca necesidad de inclusión de ciencia y tecnología en su desenvolvimiento, además de una mano de obra que no requiere alto nivel de formación técnica ni científica para ser involucradas en el desarrollo de actividades de producción simples, por ende, no se presenta la necesidad de crear constantemente innovaciones para dinamizar y modernizar el aparato productivo. Estas características se plasman en la sociedad cuando la estructura productiva se articula de una forma en la cual la fuente de sus ingresos no requiere grandes cantidades de recursos en infraestructura científico-técnica, ni un alto nivel educativo para desarrollarse, por lo tanto, se deja de lado la prioridad de una creciente inversión en formación social en investigación y conocimiento, que pudieran ser aplicados al aparato productivo.
En nuestro país la mayor parte de la producción y de obtención de recursos ha sido históricamente la exportación de azúcar, café, cacao y tabaco y, actualmente, remesas, comercio, agricultura, turismo, transporte y zonas francas, y otras actividades con bajo nivel de valor agregado que en ninguno de los casos requiere alto nivel de formación técnica. Es decir, en nuestro país se desarrollan actividades simples de producción, que no requieren niveles altos – ni siquiera medios– de educación, por ello, no se invierten las sumas básicas requeridas en educación por la sociedad. Por tanto, los grupos de poder no ejercen presión al Estado para que invierta mayores recursos en educación e investigación, limitando el progreso técnico y social así como las posibilidades de surgimiento de otras actividades diferentes de las que tradicionalmente desarrollan en nuestro país.
Por otro lado, la especialización a una producción con bajo nivel de requerimiento de trabajadores con alto nivel de formación hace que la demanda de trabajo de este tipo no crezca lo suficientemente rápido para absorber a los técnicos de alta formación al no haber plazas de empleo en los centros de investigación ni en industrias de alta tecnificación suficientes y las existentes tienen muchas limitaciones tanto estructurales como de recursos para poder explotar las capacidades y destrezas de sus empleados, por ende, el desarrollo del conocimiento científico-técnico se hace muy difícil.
Las economías de este tipo presentan una desvinculación del sistema de educación con las necesidades del mercado, así como un bajo desarrollo de carreras de carácter científico, como la física, química, matemáticas, entre otras, para el desarrollo de conocimientos para ser aplicados en la innovación de los procesos de producción.
La fuga de cerebros que existe en la mayor parte de los países del Tercer Mundo se deriva principalmente de esta poca capacidad de absorción de los trabajadores con alto conocimiento técnico. En esta situación los países especializados en productos básicos no utilizan el potencial del Capital Humano que producen para generar mejoras técnicas e innovaciones en su país sino que gran parte de estos van a terminar generando invenciones en países especializados en actividades productivas con alta concentración de trabajo compuesto, lo que contribuye a continuar con el mismo modelo de producción en trabajo simple. Es decir, la misma estructura productiva hace que muchos de los técnicos emigren a países con mejores condiciones, determinando con ello, las posibilidades de desarrollo de la capacidad productiva en el largo plazo, la dependencia tecnológica, el atraso técnico, y la continuidad del modelo productivo.

Las teorías de comercio internacional presentadas por Smith y Ricardo a finales del siglo XVIII y principios del XIX sobre los beneficios de la especialización productiva en función de las ventajas absolutas y/o comparativas que posea cada país respecto a otros, fueron fundamentales para examinar el comportamiento de las relaciones de producción y comercialización entre los países. Con el desarrollo de la estructura productiva mundial durante la Revolución Industrial y bajo estas ideas como impulso al progreso, se establece un nuevo esquema de ordenamiento económico conocido como, la División Internacional del Trabajo.
La especialización de los países desarrollados en una producción industrial, sistema en el cual se involucran los conocimientos científicos, la investigación y la tecnología en los procesos de elaboración de artículos en las diferentes actividades, desde la transformación de la materia bruta en materia prima, hasta la creación de un producto acabado con alta concentración de trabajo compuesto y con alto valor agregado técnico, ha favorecido al establecimiento de su hegemonía en la economía mundial.
En dicho proceso participan varias actividades relacionadas entre sí, convirtiéndose entonces, en una especialización generadora de efectos multiplicadores en los demás sectores de la economía. Por ejemplo, en el proceso de fabricación de un automóvil se integran un conjunto de actividades que van desde la fundición y moldeado del hierro y el aluminio, al taller de montaje, y este a su vez involucra la mecánica, la electrónica, la siderúrgica, la industria del plástico, textil y la fabricación de neumáticos con caucho, es decir, participan casi todos los avances de la física dinámica, la química, ingeniería y avances tecnológicos desde la edad de los metales hasta tecnologías derivadas del desarrollo de la segunda y tercera Revolución Industrial, por esta razón se generan empleos en las capas bajas y altas de la producción, lo que promueve la ampliación del mercado interno, para que sea lo suficientemente fuerte para absorber gran parte de los outputs manufacturados.
La naturaleza de la especialización de dichos países requiere entonces de trabajadores más productivos y cada vez mucho mejor preparados para continuar el desarrollo científico, el cual es el creador de las constantes innovaciones tecnológicas que se necesitan para la modernización de los equipos y demás infraestructuras utilizadas en su producción.
Por otro lado, está el caso de los países en vías de desarrollo, especializados en la producción de bienes primarios, como consecuencia de la subordinación histórica a países del Tercer Mundo por los países desarrollado en el sistema productivo. Por ejemplo, en el caso particular de República Dominicana, que en la época colonial estuvo sometida a la exportación de metales en bruto, luego en una economía de plantación, donde la exportación de azúcar constituyó el eje central de la economía, a finales del siglo XIX, se da un nuevo repunte del azúcar con el desarrollo de las relaciones de producción capitalistas con la Inversión Extranjera Directa y más tarde se adapta la economía a la producción de otros productos básicos, materias primas, y productos semi-elaborados, todos estos fomentados en base a las distintas etapas de requerimientos del mercado externo.
La estructura productiva de estos países presentan una poca necesidad de inclusión de ciencia y tecnología en su desenvolvimiento, además de una mano de obra que no requiere alto nivel de formación técnica ni científica para ser involucradas en el desarrollo de actividades de producción simples, por ende, no se presenta la necesidad de crear constantemente innovaciones para dinamizar y modernizar el aparato productivo. Estas características se plasman en la sociedad cuando la estructura productiva se articula de una forma en la cual la fuente de sus ingresos no requiere grandes cantidades de recursos en infraestructura científico-técnica, ni un alto nivel educativo para desarrollarse, por lo tanto, se deja de lado la prioridad de una creciente inversión en formación social en investigación y conocimiento, que pudieran ser aplicados al aparato productivo.
En nuestro país la mayor parte de la producción y de obtención de recursos ha sido históricamente la exportación de azúcar, café, cacao y tabaco y, actualmente, remesas, comercio, agricultura, turismo, transporte y zonas francas, y otras actividades con bajo nivel de valor agregado que en ninguno de los casos requiere alto nivel de formación técnica. Es decir, en nuestro país se desarrollan actividades simples de producción, que no requieren niveles altos – ni siquiera medios– de educación, por ello, no se invierten las sumas básicas requeridas en educación por la sociedad. Por tanto, los grupos de poder no ejercen presión al Estado para que invierta mayores recursos en educación e investigación, limitando el progreso técnico y social así como las posibilidades de surgimiento de otras actividades diferentes de las que tradicionalmente desarrollan en nuestro país.
Por otro lado, la especialización a una producción con bajo nivel de requerimiento de trabajadores con alto nivel de formación hace que la demanda de trabajo de este tipo no crezca lo suficientemente rápido para absorber a los técnicos de alta formación al no haber plazas de empleo en los centros de investigación ni en industrias de alta tecnificación suficientes y las existentes tienen muchas limitaciones tanto estructurales como de recursos para poder explotar las capacidades y destrezas de sus empleados, por ende, el desarrollo del conocimiento científico-técnico se hace muy difícil.
Las economías de este tipo presentan una desvinculación del sistema de educación con las necesidades del mercado, así como un bajo desarrollo de carreras de carácter científico, como la física, química, matemáticas, entre otras, para el desarrollo de conocimientos para ser aplicados en la innovación de los procesos de producción.
La fuga de cerebros que existe en la mayor parte de los países del Tercer Mundo se deriva principalmente de esta poca capacidad de absorción de los trabajadores con alto conocimiento técnico. En esta situación los países especializados en productos básicos no utilizan el potencial del Capital Humano que producen para generar mejoras técnicas e innovaciones en su país sino que gran parte de estos van a terminar generando invenciones en países especializados en actividades productivas con alta concentración de trabajo compuesto, lo que contribuye a continuar con el mismo modelo de producción en trabajo simple. Es decir, la misma estructura productiva hace que muchos de los técnicos emigren a países con mejores condiciones, determinando con ello, las posibilidades de desarrollo de la capacidad productiva en el largo plazo, la dependencia tecnológica, el atraso técnico, y la continuidad del modelo productivo.
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